Adiós, querida Kimmy ;(

Este no ha sido mi mejor fin de semana, si he de confesar. La vida personal me ha mantenido lo suficientemente ocupada / abrumada como para todavía tener que acudir a una fatal cita con el destino: la última temporada de mi serie favorita por mucho: Unbreakable Kimmy Schmidt, comedia de situación producida por Netflix desde 2015.

La serie concluyó su cuarta temporada, que había salido fraccionada desde el año pasado, sin dejar del lado uno de los temas de actualidad (tal vez un poco desfazados, pero no pierde vigencia) como lo es el movimiento #MeToo y todo el tema de los abusos sexuales dentro del ambiente artístico, particularmente el estadounidense. Los últimos 6 episodios, estrenados apenas este fin de semana, cerraron de manera perfecta (me temo que no puedo ser objetiva) las historias de sus 4 protagonistas: Kimmy (Ellie Kemper), Titus (Tituss Burgess), Jacqueline (Jane Krakowski) y Lilian (Carol Kane). 

No venderé ninguna historia porque andar arrojando spoilers es lo menos ético del mundo, pero si acaso quien lee estas líneas nunca ha tenido la fortuna de ver Unbreakable..., debe saber que se trata de una sitcom cuya anécdota base es el rescate de 4 mujeres que vivieron 15 años en un búnker tras ser secuestradas por un pseudo reverendo que prometió salvarlas del Apocalipsis. Entre ellas está Kimmy, que pasa de mostrarnos cómo es su nuevo contacto con la cotidianidad y la tecnología, a descubrir junto con ella cómo es la vida una vez adaptada. Podría sonar súper cliché y aburrido, sin embargo gracias a su creadora y productora, la GRAN Tina Fey, Kimmy resulta un personaje hermoso, entrañable, increíblemente feliz, lo suficientemente kawaii como para adorarla, inocente como para dejarse  sorprender por todo lo que se le va presentando y tremendamente valiente, acompañada de otros personajes perfectamente delineados que, en conjunto, te hacen pasar un rato de un entretenimiento increíble que, al menos una vez, te pone a pensar en la cantidad de contexto retomado para cada chiste, para cada situación que entre broma y broma se torna toda una crítica social fuerte, a veces muy fuerte. Y es que lo mismo aparece el tema de las sectas y sus polémicos adoctrinamientos como el bonito y constante pitorreo a Donald Trump, pasando por las madres ausentes, los traumas de infancia, las relaciones homosexuales e interraciales o incluso las prácticas en tiempos de internet en donde los algoritmos y sus datos hacen que parezca que tus dispositivos “te escuchen” cuando te mandan recomendaciones publicitarias. Además de las incontables referencias a la cultura popular, tanto la actual como del ayer. 



Fey, egresada del legendario Saturday Night Live, sabe imprimirle a cada capítulo ritmo, crítica, autocrítica, reflexión, color (¡mucho, demasiado, nunca es suficiente!), música y hasta romance a traves de personajes que representan determiados grupos sociales, raciales y minorías que son representadas desde ángulos cero lastimeros. Está el negro/gay, está la mujer mayor white trash que vive en lo más bajo de Nueva York, está la nativa americana que se tiñió de rubio y se casó con un millonario y está la mujer promedio que nunca, jamás, ha dejado de abrazar a su niña interior a pesar del encierro de 15 años, y nunca, jamás, ha dejado de sonreir. Lo mejor de todo es que el poder de convocatoria de Fey atrajo a la serie a actores y conocidos personajes (como el hijo de Mia Farrow que hizo un cameo sumamente interesante en estos últimos capítulos, con aquello del tema de los abusos) para burlarse de sí mismos, o mostrando sus habilidades para este formato en el que no todo mundo encaja, como Jon Hamm. Además de que la misma Tina no dejó de aparecer en una sola temporada.



La serie termina bonita, feliz, rosa en demasía pero uno sabe desde el principio que no podía irles de otra manera. Diría yo que sin la crueldad que vivió otro personaje de Fey, Cady, en una de sus más célebres cintas donde fungió como guionista,  Mean Girls (2003). 

Unbreakable Kimmy Schmidt es una serie osada no solo en su crítica sino en la exploración de otros formatos dentro de sí misma, como el INOLVIDABLE capítulo 3 de la temporada 4 titulado “Kimmy ve un documental” (que por cierto así se nombran todos los episodios, con las acciones de Kimmy, muy al estilo de Friends), que en realidad es todo un documental que bien podría verse por separado y pensar que los datos ahí son reales en cuanto a la manera en la que está narrado audiovisualmente. De hecho el sitio Pelispedia sí lo tiene como un contenido separado. Pero sobre todo, se nota que fue una idea perfectamente pensada y concebida de principio a fin. Todo tiene coherencia, personajes que aparecen en la temporada uno tienen sentido en la segunda, la tercera y la cuarta; los elementos como una simple mochila tienen su razón de ser para hacer de las situaciones algo orgánico, no forzado. 

Quizá no todo lo que ocurre en cada capítulo nos haga click o nos parezca gracioso. De hecho confieso que pese el amor que le profeso hubo varios en los que me quedé dormida o me descubría mirando el celular, señal inequívoca de que algo perdió toda mi atención, sin embargo sé que son equilibrios necesarios y que por más que existan algunos baches, el conjunto en sí es para mí una gran experiencia de entretenimiento, una bocanada de comedia bien hecha que no se base en groserías, en acciones grotescas, en dobles sentidos. Y es por eso que su despedida me trajo una serie de sentimientos encontrados por que por una parte celebré con cada personaje su nuevo y mejor futuro, pero cuando las palabras THE END aparecieron me sentí como asistiendo a una despedida, a un funeral, y es cursi decir que hasta asomé una ligera lágrima (pero recuerden, mi fin de semana personal estuvo de la fregada y con algo debía desahogarme). A pesar de saber que está ahí, y que puedo volver a verla una vez y otra más, me entristece saber que nunca más volveré a gritar de emoción como cuando descubría sus nuevos capítulos. 

Kimmy podría ser mi amiga lo mismo que podría ser en cierto modo una representación de mí misma, y creo que ese es su mejor logro. La identificación pese a las situaciones menos propicias para ello. Pero la amo también porque soy extremadamente fan de Tina Fey, a quien admiro por su carrera, por su cerebro, por sus ideas, por hacer series como ésta o 30 Rock (donde aplicó la metatelevisión, la tele que habla sobre la tele afortunada y exitosamente), pero más porque es una Tauro nacida el 18 de mayo, como esta adorable Ratona de Tv. 

Querida Kimmy, gracias mil por regalarme momentos tan felices que seguramente seguirán acompañandome hasta en los días más oscuros. Tu te has despedido pero yo no. Continuaré buscando tus temporadas, celebrando tus nominaciones (ya no sean gachos y denle su merecidísimo Emmy), y seguiré agradeciendo que Netflix aceptó producirte cuando ya te habín rechazado en otros lados. Quisiera que esto no fuera una despedida, oh querida Kimmy, pero debo superar el duelo de tu partida y dejarte ir, aunque te reencuentre siempre en mi camino.

Adiós, mi queridísima y entrañable Kimmy Schmidt. 

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