Una pequeña confidencia



¡Hola hola! Queridos Ratones y Ratonas, ando corriendo (como siempre) y cuando una anda con semejantes prisas el momento de estudio y los planes se van alargando y alargando, hasta que no queda más remedio que ponerlos en la agenda en calidad de urgente porque si no nunca se van a realizar. En esas ando.

Están pasando cosas padrísimas en la tele: cosas interesantísimas como lo que platicamos el podcast pasado sobre Netflix, la televisión pública mexicana que no para de estrenar programas, las telenovelas que se están presentando hoy en día, algunas de ellas lo bastante dignas como para volver a ser tomadas en cuenta (y qué pena que yo diga eso, caray), más los documentales, programas de opinión... ¡pffff! ¡De verdad que hay muchísimo por ver, por estudiar, por analizar! Y eso que no estoy tomando en cuenta lo que la tele hace con los contenidos de Internet, como los premios Miau de MTV, o el próximo Content Capital que por alguna razón mudó su fecha y aún no sabemos para cuándo lo volverán a hacer. Pero el entorno mediático se mueve en cuanto a contenidos, en cuanto a sus actores y directivos, y de verdad que no hay manera de no maravillarse ante los tiempos que estamos viviendo.

Mientras yo voy anotando en mi libretita de pendientes todos estos fenómenos y me doy el tiempo para digerirlos, y mientras concluyo mi ebook de géneros y formatos que ante cada cosa que ocurre me parece que es muchísimo más necesario tener esto en cuenta para comprender mejor a la tele y sus fenómenos, me voy a dar una pausa del tipo personal para hacerles una pequeña confidencia. Y es que aunque compartí algunas fotos en mis redes sociales, no me había dado el tiempo ni tampoco había llegado la inspiración para platicarles la felicidad que viví un buen día de mayo, en la que tuve la oportunidad de ir a las instalaciones de TvAzteca con el fin de dar una entrevista sobre telenovelas.

Pero para contarles esto con un contexto más interesante (y más melodramático, pecaría si no lo hiciera), debo platicarles que aunque mi amor por la televisión comenzó desde que tuve uso de razón y la veía prendida prácticamente todo el día en mi casa, mi amor se convirtió en pasión cuando supe lo que era hacer televisión. En el año 2003 comencé oficialmente mi vida laboral trabajando para la televisión pública de Veracruz (Radio Televisión de Veracruz), y de los 8 años que tuve la oportunidad de estar ahí para aprender muchísimas lecciones de trabajo y de vida, 5 de ellos fui parte de un equipo grandioso llamado "Especiales de Noticias". En Especiales de Noticias éramos 3 personas únicamente: Mayeli Castillo, Eder Ortíz y yo, y esta área fue creada para hacer programas documentales cada semana sobre temas por demás variados.

Mayeli Castillo, Eder Ortíz y yo (2003)
Aunque mi gafete decía "Asistente de producción" la necesidad (por ser tan poquitas personas) pero también el gusto me hicieron aprender a editar (y, lo juro, es una de las cosas que más amo hacer en este planeta), a hacer guiones, a grabar voz (con todo y lo que implicó un mini curso en el área de radio para aprender a modularla y así), y por supuesto, a hacer trabajo de campo que implicaba ir a grabar aspectos o entrevistas. De todo el quehacer que una asistente de televisión pública debe resolver, las salidas eran lo que menos cómoda me hacían sentir. Simplemente no soy un ente social, yo me sentía más feliz sumergiéndome en la videoteca para buscar las muchas imágenes que eran necesarias para vestir 28 minutos semanales y editando, sola, sin ruidos, concentrada. Por eso cuando tenía que salir me daba como alguna de esas picazones que poco a poco aprendí a disfrutar.

Mi chamba era detrás de la cámara, y no por eso dejaba de hacer caras (2008)
Y es que en algún momento me tocó no tan sólo apoyar en la parte técnica, sino ir preparada con todos mis miedos y mi poco don de gente para ser yo quien realizara las entrevistas. Debo reconocer que llegó el momento en el que me encanché y aprendí cómo hacerlo sin titubear tanto ni hacer grandes osos (los pasé, lo juro), pero lo cierto es que mientras más lo hacía, más me impresionaba la actitud de algunos entrevistados. Por el tipo de programa que hacíamos recurríamos mucho a investigadores y gente de la academia, y me llamaba la atención cómo a la hora de pactar las entrevistas me insistían en que les hiciera llegar las preguntas con mucha precisión, cosa que de pronto me causaba cierta incredulidad. Mi pensamiento era, ¿cómo es que si ellos eran los especialistas en ciertos temas, necesitaban tanto rigor pre-entrevista? Así era mi postura desde ESE lado de la silla. Debo confesar que hasta me causaba un poco de risa sentir cuando se ponían medio nerviosos si les preguntaba algo que no estaba "en el guión".

Yo en acción (2007)
Esa es la anécdota que le da sentido a lo que viví hace algunas semanas.

A mediados de abril recibí una serie de mensajes de una persona muy querida para mí, donde me contaba que estaba trabajando con gente de TvAzteca en la realización de una segunda serie documental sobre telenovelas. La primera se hizo hace aproximadamente un año y medio, y yo desde que supe de su existencia adoré cada capítulo porque, debo confesar, en mi época de estudiante de posgrado tuve mis ciertos suspiros por el trabajo práctico que de pronto añoraba con loca pasión, y me llegué a imaginar que todo ese material que estaba procesando para una tesis algún día podría convertirse en un increíble programa de televisión. Qué quieren, soy un bicho demasiado audiovisual. Por lo tanto miraba con la baba caída las entrevistas que realizaron a aquellos personajes que yo tanto admiro como el gran Miguel Sabido (ídolo, indudable), al maravilloso Omar Rincón, a grandes escritores, actrices y actores. Literal, yo miré ese material con la baba caída. Entonces, cuando recibo este mensaje en que me estaban proponiendo para ser entrevistada para la segunda serie de este documental, me morí o algo extraño me pasó. Me empezaron a sudar las manos, me puse nerviosa, y me tardé un poco en contestar que sí porque, ¡se los juro!, lo pensé mucho. ¡Qué compromiso! ¿Yo, en un documental así? ¿qué podía aportar o decir? ¡qué nervios! ¡Esos son espacios dedicados para los que sí saben!

De Telenovela, el espectáculo de las emociones (TV Azteca de paga)
El caso es que dije que sí, y si, ahí estaba yo hecha un manojo de nervios porque pasaban las semanas y nadie me enviaba el cuestionario de rigor. Y cuando me lo enviaron, ¡Dios de mi vida! 28 preguntas que debí contestar con libros en mano y apuntes subrayados. Días antes de la entrevista pude hablar con un chico (un asistente), y al pobre lo tenía martirizado con las preguntas que no era capaz de responder y así. Ay, sin yo quererlo era la versión remasterizada de aquellos entes de los que alguna vez me reí. Imaginé al asistente volteando los ojos ante mi nerviosismo telefónico, y no pude más que tranquilizarme y entender lo que significaba estar "de este otro lado de la silla".

El día pactado llegó, una chica muy amable nos llevó hasta el lugar de la grabación, y mientras eso pasaba yo transité de la emoción por conocer LAS INSTALACIONES DE TV AZTECA, esas a las que alguna vez, cuando era niña, quise escribir a los programas infantiles (Periférico Sur 4121, código postal 14141... ay, qué ñoña que soy), y toda eso se me fue desinflando cuando me llevaron a la parte más remota, pequeña y obscura de la televisora. Nada de conocer LOS grandes estudios. Jaja, creo que hasta la infraestructura antigua de RTV era más grande que a donde fuimos. Pero no por eso mermó el ánimo. Cuando uno aprende a hacer tele con cero recursos y mucha imaginación, se comprende que cualquier espacio es bueno para echar a volar la imaginación... y tal cual. Esto es porque el área que realiza esta serie de programas pertenece a Azteca de Paga, y pues bueno, los recursos para ellos no abundan mucho que digamos.

En lo que esperé a que llegara la persona que me iba a entrevistar, observé con toda ternura a las chicas que estaban alistando todo el pequeño set: la camarógrafa, la del micrófono, la asistente. Puras mujeres. Y yo ya estaba a nada de querer cargar cables o prender focos. Entonces llegó Mireya, una mujer tremendamente interesante y linda que me ayudó a tranquilizarme con una plática tremendamente empática y, sobre todo, por hacerme ver su profundo amor a las telenovelas. ¡Quise hablar días enteros con ella! Cuando le dije mi inquietud (casi irritante) por las preguntas que no podía contestar, me dijo que olvidara todas ya que ella llevaba su propio cuestionario y pues, DOBLE JA, supe de inmediato la ansiedad que vivieron mis entrevistados cuando les daba un giro así de dramático. Pero al final aquello terminó siendo una plática padrísima entre dos personas que aman este género, que conocen, respetan y valoran su aportación cultural, y cuando dos almas coinciden en un punto tan sublime no queda más que agradecer a la vida y, sobre todo, entender que uno no está tan mal en su camino.



Aquí me parezco a las niñas de Chiquilladas diciendo "que pase, que pase, ay tú"
Esa es la historia: la asistente que un día, tras mucho esfuerzo y dedicación, supo lo que era estar del otro lado de la silla. Y se sintió jodidamente increíble.

Espero de todo corazón no haberlos aburrido con esta jocosa historia, y sería caer en el lugar común el decirles que tengan cuidado con lo que piden, porque se les puede conceder, pero me quedo con el hecho de saber que todo esfuerzo tiene su recompensa, y que a pesar de que uno sienta que lo que hace no tiene mayor trascendencia, a veces la vida te demuestra todo lo contrario.

Gracias, queridos Ratones, por siempre estar. Sin este espacio, sin su lectura, sin sus descargas del podcast y sus comentarios, esto no estaría resultando un sueño cumplido para mí... ¡y lo que falta!

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