Don Ernesto Alonso, Cien Años

Este día, 28 de febrero, se celebra el centenario del nacimiento de un actor, productor y director (entre otras muchas cosas) llamado Ernesto Alonso. Por varias circunstancias de la vida admiré mucho su trabajo como creador de telenovelas, particularmente por su visión -algo nacionalista- de crear las telenovelas históricas, y durante mi tesis de maestría me di a la tarea de seguirle la pista a su legado, es decir, a un par de productores que aprendieron directamente de este señor, y es por ello que ahora comparto este texto sobre el llamado Señor Telenovela (aunque algunas personas digan que este sobre nombre lo merece más Valentín Pimstein, lo cuál yo objeto), donde describo algo de su función como jefe de un equipo y de las personas más recurrentes en él, así como sus contribuciones dentro de las telenovelas.



Ernesto Alonso comenzó su carrera en la televisión mexicana después de haber adquirido experiencia en el cine y la radio, medios en los que, como actor, tuvo contacto directo con la comedia y el melodrama. Originario de Aguascalientes, Alonso llegó a la ciudad de México a los 20 años de edad para estudiar leyes, aunque su vocación se encontraba en el arte. Se inició como extra en 1937 en la película La Zandunga; con ayuda de las hermanas Isabel y Ana Blanch, actrices a quienes casualmente conoció de niño, ingresó a Bellas Artes para estudiar arte dramático, y su debut fue en el teatro experimental con textos de Rodolfo Usigli, Xavier Villaurrutia y Salvador Novo, actividad que fue combinando con la participación en radioteatros y radionovelas entre 1939 y 1942. Poco después regresó al cine con papeles de mayor relevancia; para la década de los cincuenta trabajó para directores como Julio Bracho, Gilberto Martínez Solares, Matilde Landeta, Emilio Fernández y Luis Buñuel.  También fue invitado a incursionar como actor en la televisión y desde 1951 apareció en teleteatros pese a que el nuevo medio lo asustaba, aunque con el tiempo le fue tomando cariño (Pagés, 1998). Así, antes de que la década terminara, recibió una invitación para participar en un nuevo género. Alonso recuerda:

“Había pasado un año de que habían empezado las telenovelas cuando el señor Azcárraga Milmo me llamó para producir, pero sí desde luego yo era más producto de cine; tal vez por eso me fue muy bien en la televisión, porque yo, mi experiencia de tan buenos directores que me tocó trabajar con ellos, pues yo inconcientemente los llevé a la televisión” (Clío TV, 2000).
Luis Terán complementa la anécdota de Alonso añadiendo que su ingreso a las telenovelas también fue por el lado de la dirección (2000), tal como ocurrió en su primera historia, La casa del odio (1960), en la que figuró como productor y director. En Niebla (1961), incluso, también realizó la dirección de cámaras (Cueva, 2002).

Así como llegó él mismo a la televisión proveniente de medios distintos, Alonso invitó a talentos formados en el cine y el teatro para ser parte de sus producciones y que, entre todos, fueran moldeando un estilo de hacer telenovelas que después se convertiría en un sello característico. Al principio convocó a actores y actrices como Ofelia Guilmain, Maricruz Olivier, Prudencia Grifell, Carmen Montejo y Amparo Rivelles; después fue convocando a directores cinematográficos como Julio Castillo, Jorge Fons, Arturo Ripstein y Benjamín Cann, e hizo lo propio con escritores de formación teatral, como Vicente Leñero, Guadalupe Dueñas y Jaime Augusto Shelley.

Pero, ¿cómo era Alonso en su figura de productor? ¿su forma de ser correspondía a las observaciones realizadas por María Guadalupe Chávez?

“… a Ernesto Alonso le molesta que se ofenda a los actores. No los ofende él, jamás. Los defiende ‘porque yo también soy actor´ (…). Todo esto no significa que Ernesto Alonso sea una hermanita de la caridad, nada de eso. Tiene su genio y muy su genio. Cuando las cosas no salen bien. Cuando en lugar de poner una puerta por aquí, el escenógrafo la puso donde va a cogerle muy forzado a las cámaras (…). Cuando llega malhumorado porque sí, no tiene remedio, el señor llega malhumorado (…). Los miembros de su staff le adivinan el estado de ánimo al primer golpe de vista y saben cuando aguanta una broma, un me da permiso, y cuando hay que irse con cuidado porque no va a tolerar interrupciones en la grabación ni a consentir un ahorita vengo. (…) Los técnicos saben muy bien que fuera del estudio, una vez transcurrida la jornada tormentosa, Ernesto Alonso vuelve a ser –continúa siendo- un estupendo jefe y compañero”. (Leñero, 2007, pág. 70).

Descrito como un estupendo jefe y compañero, Alonso tuvo la oportunidad de crear equipos durante sus casi 50 años como productor. Como se ha señalado anteriormente, durante su carrera cubrió otros roles como director de cámaras, director de escena y actor, aunque también es posible reconocer los nombres de directores, escritores y actores que se hicieron frecuentes en sus trabajos, personas que aprendieron el estilo de Alonso y con quienes él trabajaba en conformidad. Uno de estos casos es el de la actriz Amparo Rivelles. Según la videografía que Álvaro Cueva describe en la edición especial de la revista Somos dedicada al productor, Alonso trabajó con Rivelles en un total de 19 telenovelas juntos: la mancuerna comenzó con El otro (1960) hasta Lo imperdonable (1975). Rivelles fue, además, la protagonista de la primera telenovela histórica de Alonso: Sor Juana Inés de la Cruz (1962).

De acuerdo a las funciones descritas por Carla Estrada, puede entenderse que Ernesto Alonso no sólo tenía total control en la elección de sus castings, sino que también tuvo figuras recurrentes en sus diversas etapas. Después de Rivelles, en sus producciones se pudo ver a Angélica María en 10 ocasiones, Julissa en 6, Ignacio López Tarso en 6, al hijo de su amiga María Félix, Enrique Álvarez Félix, en 7 títulos y la modelo y actriz Yadhira Carrillo fue la protagonista de sus últimos 3 melodramas, así como de su proyecto inconcluso, retomar la vida de Sor Juana. 

También invitó a algunos actores a tomar otro rol, como la dirección de escena. Lo hizo con Francisco Jambrina, el protagonista de Senda Prohibida (Murallas blancas, 1960; Marcela, 1962), Germán Robles (El otro, 1960), Enrique Rambal (Amor y orgullo, 1966; El juicio de nuestros hijos, 1967) y Sergio Jiménez (Herencia maldita, 1986; El precio de la fama, 1987).
En casos como en las históricas La tormenta (1967), Los caudillos (1968), La constitución (1970) y El carruaje (1972) fungió únicamente como director, pues la producción recayó en Miguel Alemán Velasco. Sin embargo Raúl Araiza, fue su director más constante desde 1967 hasta 2005, en 14 títulos. Araiza combinó su aprendizaje en la televisión con la dirección cinematográfica y teatral, y posteriormente también figuró como productor de telenovelas.

Los nombres de los escritores también eran frecuentes y constantes en las telenovelas de Alonso. Así fueran historias originales o adaptaciones, desde sus inicios el productor recurrió a las obras de Caridad Bravo Adams, Fernanda Villeli y Marissa Garrido, a quien conoció desde sus tiempos de actor de radionovelas. También invitó a otros talentos como al poeta Eduardo Lizalde o al dramaturgo Hugo Argüelles para crear el género histórico desde su visión, labor que años después continuarían los historiadores Enrique Krauze y Francisco Zerón Medina.

Contribuciones

Las contribuciones que Ernesto Alonso legó a las telenovelas en cuanto a formato y temáticas quedaron plasmadas en las 161 producciones que realizó. Fue “el máximo revolucionario de este género” (Cueva, 2002, pág. 65), experimentando con tramas que fueron del suspenso a la historia de México, de lo policíaco a los clásicos melodramas de amor, de la reencarnación a lo diabólico, pero también dándole juego a la tecnología e incluso involucrando en los melodramas a otras industrias del espectáculo como la musical, en la que él mismo estaba inmerso al ser el dueño del cabaret El Quid, que descubrió a figuras como Armando Manzanero.

Luis Terán lo resume así:
“La gran aportación de Ernesto Alonso fue el desarrollo de la serie romántica salpicada de aventuras y a veces con un toque policíaco; la envoltura contenía glamour, caracterizado por lujosas escenografías, vestuarios suntuosos, decorados finísimos, automóviles último modelo, cuando así lo exigía el argumento. Siempre atento al público internacional y a la diversidad de los paisajes de México, nunca olvidaba ubicar la historia en distintos lugares del país: playas, bosques y selvas de los estados mexicanos con mayor desarrollo turístico” (2000, pág. 13).
           
Para lograr este cometido, fue uno de los primeros productores de melodramas en salir de los foros y comenzar a grabar en locaciones (Clío TV, 2000), con el esfuerzo técnico que esto requería, lo que se observa a partir de sus telenovelas históricas con la recreación de luchas y revueltas.

Jesús Flores y Pablo Dueñas aseguran que de manera curiosa, se observa que las radionovelas en las que Alonso participó tenían un común denominador: el misterio, el secreto del esoterismo, la magia y el suspenso, por lo tanto relacionan esta circunstancia con la fórmula de sus melodramas más exitosos (2000). Entre ellas están Espejo de sombras (1961), Entre sombras (1967) y El maleficio (1983). También tocó el tema ecológico por vez primera en Pacto de amor (1977), al fomentar el reciclaje de la basura, se atrevió a grabar escenas con fuerte carga erótica, tanto que en Encadenados (1988) tuvo que cambiar la cortinilla de entrada por efectos de censura (Cueva, 2002), de igual manera uno de sus primeros títulos de 1961 llevó por nombre Divorciadas; en La traición (1984) combinó una historia de amor con el tráfico ilegal de piezas arqueológicas, y también produjo la primera telenovela musical de la historia: La vecindad (1964). Además, lo mismo contaba historias en épocas actuales o en tiempos pasados, como Corazón salvaje (1966 y 1977), Bodas de odio (1983) o Yo compro esa mujer (1990), y empleó el recurso de narrar en dos partes, es decir, en producciones que tenían segundas partes, como Muchacha italiana viene a casarse (1971) y su continuación en 1972. Y para retomar los conceptos de glamour y suntuosidad a los que Luis Terán hizo referencia, es porque la mayoría de las telenovelas de Alonso giraban en torno a personajes ricos, en un afán reivindicatorio a una clase social catalogada como mala, mientras que, para él, se debía tener respeto a la gente que hace dinero con base en su trabajo y esfuerzo, que a su vez generan otras fuentes de empleo (Valdéz Medellín, 2007).  Sin embargo una de sus aportaciones más reconocidas fue la narración de pasajes históricos a través del melodrama, entre personajes reales y ficticios.

Alonso hace un recorrido por sus trabajos históricos, desde Sor Juana Inés de la Cruz hasta La antorcha encendida:

“Nosotros hicimos la primera serie histórica en el mundo. El material, ya culminado, brindó una especie de mural que abarca desde la Colonia hasta la expropiación del petróleo. (…) Fue un gran éxito, tanto que el mundo nos comenzó a copiar. Tampoco quiero decir que sean mejores que las series de corte histórico que hacen Inglaterra o Francia. Pero fuimos los iniciadores y ellos continuaron después haciendo sus series históricas. Fue un ejemplo para el mundo” (Valdéz Medellín, 2007, pág. 51)


Comentarios

  1. Excelente recopilación de datos sobre lo que hizo Ernesto Alonso. Felicidades Ratona......

    Tu Pa

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