¿Acaso defiendo lo indefendible?

Digamos que este texto es un mero desahogo. Digamos que este texto, que ignoro lo breve que pueda resultar, es una especie de voz que quiere aflorar ante algo que me parece una especie de bullying muy particular. Digamos que este texto está escrito con todo el respeto del mundo, pero también con un poco de hartazgo.

Estoy invitada la próxima semana a una mesa redonda para platicar sobre el tema de la televisión actual en nuestro país, y el tema que me corresponde desarrollar es, como podrán imaginarse, respecto a las telenovelas y las series. La idea es explicar mi punto de vista sobre la existencia de las primeras en una época donde las segundas, aparentemente, están arrasando con las audiencias. Para responder a este cuestionamiento estoy leyendo y releyendo algunos de mis textos de cabecera, y entre ellos está uno de mis nuevos clásicos llamado Las pantallas y el cerebro emocional, editado por
Gedisa en el 2014. Más actual que muchos otros. La premisa del autor, que va desarrollando de forma magistral, es tomar elementos científicos respecto a cómo funciona nuestro cerebro y desde donde vienen las emociones, para tratar de explicar cómo las decisiones que tomamos al estar frente a cualquier pantalla son, antes que otra cosa, emocionales. La razón tarda quizá unos nanosegundos más, pero no es la que impera. En la parte en la que estoy Joan Ferrés i Prats ha llegado al tema de la ficción, de la representación de la realidad (mi mero mole), para lo cual retoma el pensamiento de distintos autores para decir que las pantallas son espejos y que éstos sólo adquieren sentido y valor cuando quien está frente a ellos se ve representado. Habla también de la simulación como una experiencia compensadora ante determinadas carencias, como ese algo que nos permite darle rienda suelta al inconsciente ya sea por identificarnos con los personajes heroicos o por hacerlo con los villanos. Cita a Mark Twain: "si todo el mundo estuviera satisfecho consigo mismo no habría héroes. No harían falta." (p. 146).

Por otra parte, mis lecturas del día se complementaron con mis habituales columnas sobre el tema, y en esta ocasión Susana Moscatel habla de algo que mucho se ha mencionado en las redes sociales: la migración de los contenidos de Televisa de Netflix a su propia plataforma, Blim. Su punto es que si bien hay mucha gente que está contenta con esta decisión, aunque la misma Netflix hizo una especie de despedida-mofa, y aunque es política de esta empresa no dar a conocer las cifras de sus ratings, muchos otros dedicados a hablar de estos temas de manera seria saben que en realidad sí representa una pérdida significativa para Netflix esta partida, ya que tanto telenovelas como programas unitarios de Televisa eran de sus contenidos con mayor demanda. Reviso su timeline de Twitter y me entero que a la pobre le han surtido durísimo, dice que el texto de hoy ha causado más ira que si hubiera hablado de religión.



Y me regreso a mi pregunta: ¿Sobrevivirán las telenovelas a la época de las series? Y me regreso a mi texto sobre las emociones y las pantallas. Y se me sube la bilirrubina y otras cosas peores porque estoy harta de que la gente viva en una pose bastante idealista donde defienden a Juan Gabriel por ser "cultura popular" pero de las telenovelas no tienen nada bueno qué decir. Si, aquellos que defendieron al Divo porque se sintieron tremendamente agredidos porque vino alguien a querer imponer su visión de "alta cultura", se manejan mucho peor que Nicolás Alvarado cuando se trata de hablar de la ficción mexicana. Porque hablar mal de ellas es súper mainstream. Porque decir que son basura y que no las vemos es mucho mejor que admitir que nos dejamos emocionar por alguna. Porque tenemos la creencia de que para ver cualquier contenido vamos guiados por la razón y no por la emoción. JA. Justo ahora en México se está llevando a cabo el Congreso ALAIC, (Congreso Latinoamericano de Investigadores de la Comunicación), donde es impresionante ver como otros países toman tan enserio sus telenovelas que hacen posgrados, maestrías y doctorados completos, estudiando y complejizando estos productos propios de sus países.

En la maestría padecí un poco (o un mucho) de este mal. Mis compañeras, la mayoría, nunca creyeron que mi tema era digno de estudio, y mientras más fui aprendiendo a defender mis puntos de manera sustentada y académica más enojo les causaba. Porque ellas, como muchísimos mexicanos, viven bajo la influencia del pensamiento crítico que ha imperado en nuestro país en los temas de la cultura popular. Porque creen que el nexo que existe entre las empresas que producen las telenovelas con la clase política es la ÚNICA manera posible de analizar estos complejos objetos de estudio. Porque creen que hablar sobre el tema y dedicarle tantos años de estudios implica únicamente "platicar de qué trata cada capítulo". No. No y no. Critican tanto que la realidad no es sólo buenos contra malos que, de la misma radical forma, califican con amor o con odio a estos productos propios de nuestra cultura. Y el formato per se no es malo. Y hay muchísimas explicaciones y coyunturas que nos hacen entender por qué hay títulos tan malos y otros que son muy buenos y van más allá del apellido Azcárraga, por que, por si no lo sabían, este señor no es solito el que hace las cosas. Existen creativos, equipos de trabajo, todo un sistema organizacional que influye en lo que vemos, como también influye la parte tecnológica y social, como también existe un formato que tiene sus propias reglas y que, IRÓNICAMENTE, muchas de esas reglas están siendo prestadas a sus amadas series, esas que tan intelectualmente siguen porque eso sí es bien visto y permitido socialmente. A eso se llama hibridación y es parte de la convergencia cultura que estamos viviendo. Ni más ni menos.

Perdón pero ya me harté. Todos tenemos el mismo derecho a opinar, a decir lo que sentimos y creemos, y si existen miles de personas que odian a las telenovelas y se creen con autoridad para mofarse de ellas, existen otras millones que las aman, que las siguen, para quienes significa algo verlas. Y nada tiene que ver con si te idiotizas o no, porque tan idiotas podemos ser quienes las disfrutamos como los que las critican sin saber nada sobre ellas. Los que sí las vemos, los que las gozamos, jamás nos metemos con lo que le gusta a esta clase tan refinada que defiende tanto la música de Juan Gabriel que, curiosamente, tuvo mucha relación con la industria del melodrama. Nadie habla (aunque debería) del culebrón que es House of Cards y de la fórmula tan obvia que ocupó Stranger Things para que le gustara a todos y cada uno de los que hablaron maravillas de ella. ¿Qué creen? Ahí también hay fórmulas, muchas de ellas son las mismas que se ocupan para atrapar audiencias en las telenovelas. Seamos críticos en lo que debemos serlo y dejemos a los demás disfrutar lo que quieran disfrutar, sin burlas ni escarnio.

Y aquí está mi propuesta:

El autor Ferrés i Prats dice que "no hay aprendizaje sin la capacidad de apetura a lo que es diferente. Aprender significa incorporar informaciones en un esquema mental, crear nuevas sinapsis" (p. 122), y dice también que las experiencias del consumo mediático pueden ser tan influyentes como la misma educación mediática, es decir, la capacidad de tener una cierta preparación ante lo que vemos en las pantallas. Y he ahí mi propuesta. Antes de criticar porque es bien padre decir que la Rosa de Guadalupe es una tontería, antes de llenarse de prejuicios, antes de ser eso que tanto critican, es decir, de ver una realidad o blanco o negro, sin todos los matices y la riqueza que existe en medio, tengamos la apertura suficiente para tratar de aprender algo nuevo, sí, de los productos culturales que nos rodean y de los que tanto presumimos como mexicanos, así sea la lucha libre, las películas de ficheras, las canciones rancheras, gruperas o cumbias, o las propias telenovelas. Porque sólo entonces estaremos fomentando conversaciones con contenido, con elementos suficientes como para que puedan sustentar el por qué no les gusta esto o aquello. Porque entonces no estaremos teniendo discusiones vacías con gente que sólo encuentra chistoso opinar por deporte, porque eso es bien intelectual. Porque es bien padre quejarse del malinchismo y decir que valoremos los productos nacionales y por eso creemos que lo que no se hace en México en materia audiovisual tiene mucho mejor calidad y contenido. Aprendamos a entender lo que consumimos, sea nacional o extranjero.

Yo en este espacio, en mis podcast, en los textos que escribo y son publicados, en los eventos como al que amablemente fui invitada la próxima semana, hago lo propio. Hace mucho tiempo asumí como una misión de vida (aunque parezca inútil) el aprender sobre estos temas que por principio me apasionan, para poder transmitir ese conocimiento a otras personas, esperando que al menos les sea útil en su vida cotidiana. Estoy consciente, porque si no de nada hubiera servido mi paso por la maestría, que estos son temas perfectibles, criticables, complicados y por supuesto, que esto no es una lucha por tener la razón o no, porque cada quien tiene la suya. Mi chamba es, entonces, hablar de eso que nadie habla para que quizá con esos elementos la mente pueda abrirse y el tema sea mirado desde otro punto. A eso aspiro y quizá, ingenuamente, a eso seguiré aspirando hasta que la vida decida otra cosa.

Los espero este jueves 13 de octubre por la tardecita en el Centro Cultural Realia para platicar sobre este y otros temas... ¡No falten! (checa aquí el programa completo)


Comentarios

  1. Últimamente por mi carga de trabajo no he tenido tiempo como para ver alguna telenovela, he visto capítulos salteados de algunas pero ninguna que me haya llamado la atención. "La Fuerza del Destino" fue la última novela que me atrapó y llegaba corriendo como loca a verla y si por alguna razón me la perdía la veía en línea. He disfrutado la retransmisión de algunas novelas de antaño y a lo mejor esté mal pero siento que esas novelas de antes estaban mucho mejor que las de ahora. Probablemente no he tenido la oportunidad de apreciar alguna de estas nuevas telenovelas o de los nuevos "remakes" por el hecho de trabajar todo el día, pero así como me gustan las series, que creo prefiero por el momento, también sé apreciar estos melodramas sean o no del país.

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  2. Me pasa algo similar, mi querida Aimesita. No es tanto por falta de tiempo (en mi caso) sino por falta de interés que de plano no me acaban de enganchar las nuevas telenovelas, estaba viendo a Oyuki que fue brutalmente cortada gracias a Megacable (esa es otra historia), pero sí, algo pasa que la fórmula de las telenovelas anteriores era mejor, o quizá es porque las mexicanas nomás no acaban de ajustarse a la era de la convergencia cultural. ¡Gracias gracias por comentar!

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