Políticos animados de ayer y hoy

Si ustedes son los que gustan de la caricatura para adultos y manejan cierta clase de humor negro, entonces las referencias de series como Family Guy (Padre de familia) o Futurama no les resultarán desconocidas. En ambas animaciones gustan de mofarse de las figuras de autoridad planteando escenarios hipotéticos sobre los personajes que se convierten en presidentes del mundo o alcaldes de ciudades.

Adam West, alcalde de Quahog, Padre de familia
La serie creada por Seth MacFarlane, Padre de familia, tiene como Alcalde de Quahog al siempre imitado jamás igualado Adam West, mejor recordado como el primer Batman que la televisión en tecnicolor conoció allá por la década de los 60 del siglo pasado. De ser considerado un súper héroe llega a este universo paralelo animado a ocupar el máximo cargo político de la ciudad donde habitan los Griffin, con una apariencia relativamente tranquila pero que en realidad muestran a una exsuperestrelladetelevisión con altos niveles de excentricidad, un poco de crueldad, otro tanto de locura, una pizca de egoísmo y predilección por jovencitas (según Wikipedia tuvo una relación con Meg, el patito feo de la serie). En el capítulo titulado You May Kiss The...Uh...Guy Who Receives de la cuarta temporada, el alcalde West está por ser destituido de su cargo ya que lo culpan por usado el presupuesto de la ciudad para hacer la estatua de una rana, y tras una berrinchuda conferencia de prensa, West entiende que debe provocar una distracción para que la gente olvide ese minúsculo incidente financiero, por lo cuál tiene la genial ideal de prohibir los matrimonios gay en Quahog. Un sutil ejemplo de la forma de gobernar de este notable e hipotético político, que imagina el futuro que podría tener un ex super héroe ocupando un cargo de estas dimensiones.

La cabeza de Richard Nixon, Futurama
Otro ejemplo es el de Futurama y la cabeza de Richard Nixon. Matt Groening, creador tanto de los Simpson como de esta serie animada, tiene una especial predilección por burlarse de este personaje, mostrándolo siempre como un tipo perverso, mañoso, hambriento de poder. En el caso de Futurama, cuya historia transcurre en lo que queda de Estados Unidos en el año 3000, muchos personajes del siglo XX y XXI han sobrevivido mediante la conservación de sus cabezas en un líquido gracioso. Así, Nixon y todas sus ambiciones se hacen presentes en diversos capítulos, como en la segunda temporada, donde participa en un debate para contender a la Presidencia de la Tierra usando su cerebro y el cuerpo del Robot Bender, que adquirió en una tienda de empeño cuando el ambicioso robot lo cambió por una fuerte suma de dinero. Cuando los amigos de Bender hablan con la cabeza de Nixon para que devuelva el metálico cuerpo, Fry le pide apelar a su sentido de la decencia, y la carcajada del resto se hace presente, incluida la de la cabeza. El Nixon republicano no deja de ser un tipo astuto, despreciable y malévolo, quien a pesar de haber sido grabado por el robot cuando hablaba de sus terribles planes si llegaba ganar la presidencia (“¡Oh Dios de las Magnetofonías!”, exclamó al ser descubierto), entregó el cuerpo de Bender pero en cambio, consiguió el de un robot mucho más fuerte y destructivo y gracias a esto consiguió el voto de la población metálica que le dio el gane. Otro bonito e hipotético escenario grotesco de las villanías que pueden volver a ocurrir con un loco en la silla presidencial.


Y todo este bonito recuento es porque esta semana el magnatesuperrepublicano Donald Trump se inscribió formalmente como candidato a la presidencia de los Estados Unidos por parte del partido Republicano, al igual que uno más de los integrantes de la dinastía Bush. A pesar de que en el ámbito empresarial y financiero el señor Donald es ampliamente conocido, muchos de nosotros sabemos de él gracias a la nota rosa, a Miss Universo (es dueño del concurso) y por supuesto por el programa The Apprentice (El Aprendiz), un reality show donde un grupo de jóvenes con aspiraciones de liderazgo en los negocios deben pasar por diversas pruebas para saber cuál de todos resultaba al final el más sanguinario, insensible y perromaldito (en honor a Dr. House), cualidades a pulir una vez que fuera ganador del show y aleccionado por el mismísimo Trump. El final de cada capítulo resultaba épico cuando la decisión de quien saldría del concurso quedaba entre dos o más integrantes del equipo,
quienes eran cuestionados por el gran líder del rubio peluquín hasta que éste decidía, con dedo índice al frente, quien “está despedido”, dicho con particular energía y seguridad, acompañado de su boca en posición de “está trompudo o quiere beso”.

Este personaje es claramente un radical que gusta de hacer polémica y enemigos por el mundo, usando discursos que más que mostrarnos sus conocimientos y propuestas políticas, sociales, culturales o educativas, nos dejan claro que actúa de igual forma que el Mayor West: distrae al mundo con escándalos para que nadie cuestione sus pocas habilidades para ocupar el cargo al que se ha postulado, de la misma forma en la que la cabeza de Nixon robó un cuerpo de robot para hacer su implacable voluntad. ¿En serio es necesario, señor Trump? Ya hemos tenido mucho con sus intrigas en la tele; su ruptura en los 80 con Ivana, primera esposa y expupila; y su innecesario pero siempre jocoso peluquín, como para que todavía tengamos que chutarnos sus discursos racistas y antimexicanos bajo la premisa de una sociedad estadounidense pura, libre de mariguanos y violadores. Cuando la realidad resulta tan incomprensible, la única opción que nos queda es reírnos de las predicciones animadas y de la capacidad de crítica que dentro de sus niveles, maneja el primer mundo respecto a sus figuras presidenciales. Divirtámonos un poco con Adam West y la cabeza del señor Nixon, y esperemos con ansias a que alguien le diga al hoy contendiente republicano, “You´re fired!”




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