También para ver televisión se necesita tener educación



Aunque el título de este post parezca un verso sin esfuerzo, el enunciado es un asunto totalmente cierto y real: se necesitan herramientas para saber cómo consumir de la manera más adecuada los contenidos que vemos, leemos y escuchamos a diario en la televisión, el cine, el internet, la prensa y la radio. Educación o alfabetización mediática, le llaman.

Esto no es un asunto sencillo, y en este post no pretenderé ampliar mucho del tema, pero me parece que desde donde yo estoy parada es imperante que todos aprendamos sobre esto. Iré explicándolo, pero antes es necesario hacer poner el contexto sobre este término.

Se sabe que los niños de hoy están en contacto con la tecnología desde mucho antes de pisar un aula escolar, es decir, antes de recibir educación básica formal. Desde que nacen están expuestos a los dispositivos, al internet y a la televisión y con toda naturalidad se sientan a explorar y recibir una amplia oferta de contenidos que llaman su atención de todas las maneras posibles. Este hecho tan cotidiano ha llamado la atención de aquellos que promueven que así como existen planes de estudio para entender el idioma, las matemáticas, la naturaleza o el civismo, también debería haberlos para saber cómo debemos comprender a los medios que nos rodean, es decir, recibir alfabetización digital, que como todo objetivo persigue que sea una formación no nada más para pasar un examen, sino un conocimiento práctico para la vida en sí. Alfonso Gutiérrez y Kathleen Tyner rescatan la definición propuesta por el Ministerio de Educación de Ontario en 1989:

"Con la alfabetización mediática se pretende que los estudiantes desarrollen una comprensión razonada y crítica de la naturaleza de los medios de comunicación de masas, de las técnicas que utilizan, y de los efectos que estas técnicas producen. Más en concreto, se trata de una educación que se propone incrementar la comprensión y el disfrute de los alumnos al estudiar cómo funcionan los medios, cómo crean significado, cómo están organizados y cómo construyen su propia realidad. La alfabetización mediática tiene también como objetivo desarrollar en los estudiantes la capacidad de crear productos mediáticos". 

Es decir, no es sólo preparar para la recepción pasiva, sino para el uso y pensamiento crítico, para fomentar una capacidad de análisis, para así ser capaces de pedir y proponer por sí mismos. La UNESCO habla de cinco competencias en las que debe centrarse esta alfabetización: comprensión, pensamiento crítico, creatividad, consciencia intercultural y ciudadanía. Y a partir de estas hay muchos otros puntos que deben ser tocados como el hecho de que este tipo de educación también es incluyente, es decir, no sólo los niños tienen derecho a contar con estas herramientas sino también los adultos y adultos mayores, que si bien no son nativos digitales merecen entender las oportunidades que, por ejemplo las redes sociales, ofrecen.


Yo como gozosa y estudiosa de la ficción y las telenovelas tengo muchísimo que decir a este respecto.  A través de mi formación universitaria y de las muchas lecturas que he hecho a lo largo de mi vida laboral, he sido capaz de sentarme a ver los contenidos que me encantan pero desde una perspectiva diferente. Creo que todos los que estudiamos comunicación pasamos por la misma situación: nos emocionamos cuando empezamos a reconocer los montajes, la iluminación, los errores de continuidad, los estilos y características de los directores. Desafortunadamente a veces nos quedamos en ese plano y no damos el salto que falta. ¿Qué quiero decir con esto? Pensemos en toda la gente adulta que en este momento habla mal de las telenovelas, que pide a gritos que no nos eduque "la rosa de Guadalupe", que dice (en pleno siglo XXI) que es mejor abrir un libro y apagar la televisión. Desacreditan a la televisión como medio por muchas de las circunstancias que en México como en otros muchos lugares entrecruzan a la industria, es decir los nexos políticos y económicos con instituciones de gobierno o religiosas. Como receptores se quedan en el plano de recibir y ejercer una crítica con las herramientas con las que cuentan, es decir, rechazar estos formatos porque no dicen la verdad, porque engañan, porque manipulan a un pueblo con fines perversos. Eso está muy bien y no lo discuto, pero pasamos por alto algunas cosas al respecto: ¿Qué es un melodrama? ¿Cuáles son sus características? ¿Cuántos géneros y formatos televisivos conocen? ¿Por qué es tan poderoso este formato que se ha convertido en industria para Latinoamérica? ¿Qué relevancia tienen las personas que escriben, realizan y producen estos contenidos en particular, independientemente de los dueños de las empresas que los difunden?Si tuviéramos esta información, ¿seríamos capaces de pensar lo mismo a la hora de seguir una telenovela o un programa de ficción unitario?, y mejor aún, ¿seríamos capaces de utilizar este tipo de contenidos como herramientas para una mejor comprensión de nuestro entorno social y cultural? Esta maestra nos da un ejemplo de cómo emplear la ficción como herramienta educativa (¡Si se puede!)

En mi caso las herramientas han llegado porque yo las he buscado, pero me niego a creer que esta información es únicamente para unos cuantos. Es como en los tiempos de Martín Lutero, cuando los textos sagrados sólo estaban en un idioma que el pueblo desconocía y entonces no era capaz de opinar ni pedir. Lo interesante aquí es que en este momento hay a nivel mundial un AMPLIO, muy amplio movimiento para educarnos en los medios de comunicación, y aún así sigue faltando difusión al respecto. Seguimos culpando al creador de Superman porque el niño que vio la película quiso volar y se rompió la boca, en vez de explicarle al niño que eso no es real, que es producto de la imaginación de alguien más y que esa imaginación puede llevarnos lejos, muy lejos, pero no para ponerse en ese minuto la capa y cruzar las fronteras por el aire. Algo así es importante entender para ver la televisión, los noticiarios, las películas de super héroes. No podríamos ser capaces de pedirles a los adolescentes que tengan cuidado con lo que consumen en internet y las redes sociales si nosotros no tenemos la capacidad de discernir entre una información y otra, si no somos ni siquiera capaces de comprender los contextos de las noticias y ejercemos una opinión de los hechos sin ser reflexivos ni analíticos. ¡Esta diferencia cambia tanto, tanto las cosas! Hay que digerir las cifras que dio Ernesto Velazquez Briseño, director de TVUnam, en el marco del 1er. Foro de Alfabetización Mediática e Informacional organizado por este canal en diciembre del año pasado: "Un adulto promedio ha pasado en promedio 12 mil horas en el aula y 22 mil horas frente a los medios". Duro, ¿no?

En un mundo utópico, cada medio debería ser responsable de los contenidos que oferta con un sentido ético y un compromiso social. Pero eso no sucede en estos tiempos todavía neoliberales. Es por ello que si nos sentamos a esperar a que las empresas creativas dejen de pensar en el lucro para pensar en las sociedades no vamos a llegar a ninguna parte. Si nosotros tenemos la posibilidad de conectarnos a Internet y el tiempo para navegar, sería padrísimo que el tiempo que pasamos en redes sociales pudiéramos invertirlo en leer sobre este tema que, al final de cuentas, es un conocimiento que debemos tener, debemos comprender y debemos difundir. Es más, existe ya un Repositorio de Educación Mediática creado en España pero disponible para todo el mundo que proporciona herramientas para maestros y docentes. Por favor, vamos haciendo de este tema todo un movimiento social, con exigencias que partan de un conocimiento y un análisis más que desde las tripas.

Aquí hay un par de videos con un poco de información al respecto que les suplico puedan ver: tenemos muchísimo que aprender al respecto y es momento de empezar.

Media Literacy es material que la UNESCO pone a disposición para darnos una idea al respecto:



Un viaje a la alfabetización mediática es una animación un poco larga pero muy útil sobre cómo plantearnos el tema para la infancia.

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