Vicente Leñero y la televisión

En uno de esos extraños giros de la vida, el periodista y escritor Vicente Leñero murió este día, muy poco después del fallecimiento de Roberto Gómez Bolaños.  ¿Por qué extraño? Porque ambos personajes coincidieron en varias ocasiones y posiblemente eran amigos, sino el extinto canal Bio no hubiera acudido a Leñero para que hablara (y sorprendentemente lo hizo de manera positiva) sobre la obra del comediante. 

Uno de sus puntos de coincidencia fue, además de la escritura, la televisión. Leñero estuvo involucrado como guionista en la naciente época de los melodramas históricos. En un texto dedicado a Ernesto Alonso, titulado "Alonso y la telenovela mexicana", el escritor relata, entre otras cosas, su breve paso por la industria de la telenovela. Aquí unos fragmentos del extenso relato publicado por la revista Proceso el 19 de agosto de 2007,  que a su vez fue retomado del reportaje aparecido en la revista Claudia (de la cuál Leñero era jefe de redacción) en 1967. 

"Hace dos o tres o cuatro años -ya no me acuerdo muy bien- los escritores que pergeñábamos scrips de telenovelas para Ernesto Alonso nos quedamos de a seis, es decir, augustiadísimos, cuando las malas lenguas que se remojan de café y de veneno en la cafetería y en los pasillos de Televicentro empezaron a difundir la noticia -corran la voz, corran la voz- de que el reinado de Ernesto Alonso estaba por llegar a su término. El zar de las telenovelas, el director-productor-actor que había elevado el género a niveles insospechados, que había transformado a un teleauditorio de viejitas y sirvientas en un nuevo teleauditorio compuesto todavía, sí, de viejitas y sirvientas, pero también de gente formal, de profesionistas, de familias popis, de intelectuales vergonzantes..., ese hombre, al decir de las malas lenguas, se tambaleaba. ¿Se tambaleaba deveras?" (p. 68)

"Recuerdo que hace algunos años, en la telenovela La trampa, Alonso ofreció una oportunidad a Jorge Rivero; ese muchacho fortachón que ahora anda filmando parodias del agente 007 y que ya desde entonces demostraba padecer un terrible hueco en el cerebro. El papelito asignado a Rivero era insignificante. En su primera aparición el muchacho sólo tenía que sentarse en una mesa, comer un plato de jamón y preguntar a Raúl Ramírez: ¿Es usted el señor Henry Morell? Sin embargo, para Jorge Rivero la escena resultaba, claro está, dificilísima. Luego de ensayarla largamente se ordenó silencio en el estudio, se encendieron las cámaras y se grabó una vez (¡no!), dos veces (¡no!), tres veces, cuatro veces, cinco veces. ¡Corte! Atragantado de jamón, Jorgito no daba pie con bola. Los miembros del staff se colgaban de las lámparas. Los actores lanzaban maldiciones. Pepe Morris, el director de cámaras, suplicaba a Ernesto Alonso: Ya, Ernesto, por favor, nos vamos a estar aquí hasta mañana. ¡Mándalo a freir espárragos! En lugar de atender el reclamo popular, Alonso abandonaba continuamente la cabina para alentar al muchacho, para darle nuevas instrucciones, para infundirle confianza: Vamos a grabar otra vez. No te pongas nervioso. Tú puedes salir avante. Ánimo... Al séptimo u octavo plato de jamón, Rivero lograba recitar aceptablemente su complicado parlamento. Fui yo (el guionista de la telenovela) quien para evitar futuros problemas decidió escribir en el capítulo siguiente la siguiente escena en la que el personaje interpretado por Rivero moría de súbito en un accidente. Estoy seguro de que Alonso continúa agradeciéndome el favor, pero también estoy seguro de que al leer estas líneas comentará: No, Leñero, no hubiera usted contado esa anécdota, para qué. Pobre muchacho." (pp. 69-70)
"Con una sonrisa de conmiseración que pliega su rostro de personaje dostoievskiano, Ernesto Alonso soporta la andada de lugares comunes. Si no me conociera de hace cinco años pensaría seguramente: ¡qué ingenuidad!. ¡de qué manicomio se escapó este tipo! Pero me conoce muy bien, sobre todo, esta clase de invectivas. Se las formulan a diario -desde la trinchera de una columna periodística o de tú a tú, envalentonados- los intelectuales de salón que infestan el país. Le dicen: oiga, señor Alonso... o también. si son muy campechanos: Oye, Ernesto, he estado viendo la última de tus telenovelas y me parece insoportable. - ¿Comprende usted? ¿Se da cuenta? También los intelectuales ven ahora telenovelas. De otro modo no podrían enjuiciarlas. Y les interesan... Eso es lo que te digo: nuestro teleauditorio se ha ampliado muchísimo gracias a que se han ampliado también la temática, el tratamiento de nuestras obras y a que se ha elevado muchísimo la calidad de su producción. " (pp. 70-71)
"Ernesto Alonso fue el primero en confiar los scrips de sus telenovelas a escritores (dramaturgos, cuentistas, novelistas) de renombre nacional. Cuando todavía se pensaba que únicamente las folletinistas heredadas del radio -escritoras como Marisa Garrido, Fernanda Villeli, Mimí Bechalani- podían llegar al corazón del público, Alonso abrió las puertas de la tevé a autores de prestigio literario, y ante el asombro y el escándalo de los genios de Televicentro demostró que el talento no está reñido con la popularidad. Hugo Argüelles, Carlos Lozano, Guadalupe Dueñas, Miguel Sabido, Luis Moreno, Eduardo Lizalde, han hecho posible que hoy se pueda emplear la palabra serie en lugar del término telenovela. " (p.72)

Y para que no haya dudas sobre la opinión de Vicente Leñero respecto a Chespirito, aquí un fragmento del citado documental:




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