Antes que de resurgieran los musicales en series como GLEE, que puso de moda la música dentro de la ficción televisiva; antes de American idol; antes de combinar "realidad" con notas musicales en reality shows; antes de tooooodo eso estuvo el productor Luis de Llano, experimentando con ese bonito género llamado "telenovelas musicales" que no sólo acaparó los ratings de aquellos entonces, sino que también llevó a los consumidores de sus melodramas a consumir productos como discos, boletos de conciertos, etc. Igualito que en nuestros días.
Según cuenta la leyenda, la primer telenovela considera como "musical" es Alcanzar una estrella de 1990. En este pequeño cuento de amor, Lorena (Mariana Garza) era una fan fan, muy muy fan de Eduardo Casablanca (Eduardísimo Capetillo), un actor-cantante que contaba con mucho éxito en su carrera pero con una vida muy sola y triste. La fan quería alcanzar a su estrella, y en medio de muchos musicales, videoclips, y una breve y un poco fresa mirada al mundo de la farándula "de a deveras", Lorena no sólo lo consigue, sino que también encuentra que su talento está en la cantada y, además de todo, pasa de ser la de lentes la pasada de moda, la aburrida la intelectual a una chica muy guapa y con un futuro artístico muy prometedor, al igual que su querido Eduardito.
Un año se tardó en repetir la fórmula, llevando a las pantallas Alcanzar una estrella II, un acercamiento al mundo de la farándula pero ahora a través de un grupo musical "hechizo", digamos, una especie de autohomenaje, autoburla o autocrítica por parte de De Llano. Los "Muñecos de papel" se conformaron por Jessica (Sasha Sokol), Jorge (Pedro Fernández), Miguel Ángel (Erik Rubín), Marimar (Bibi Gaytán), Silvana (Angélica Rivera) y Pablo (Ricky Martin). ¡Los discos se vendieron como pan caliente!
Para 1992 el mismo productor combinó la música con las tramas de época en Baila Conmigo, llevando a sus protagonistas a los mismísimos años del rock and roll. Paulina Rubio, Bibi Gaytán y Eduardo Capetillo bailaron y cantaron con copete y crinolina, así como (lo intentaron) Andrea Legarreta y Rodrigo Vidal.
Entonces nos empezamos a acostumbrar a ver, por una parte las historias de los protagonistas, y por otra la combinación entre música y montaje para cada canción interpretada. Y entonces también siguieron por parte de Luis de Llano telenovelas como Agujetas de color de rosa, Confidente de secundaria o DKDA, y fue cuando Pedro Damián, otro precursor de la telenovela juvenil al lado de Carla Estrada, le entró al quite con historias como Rebelde, inspiradas en la vida de los grupos musicales entre jóvenes.
En este siglo, De Llano retomó el género del melodrama (literalmente, dramas cantados) con títulos como Atrévete a soñar (2009) y más recientemente Esperanza del corazón (2011). Con la historia de Patito feo, el productor atinó en aprovechar de nueva cuenta no sólo el asunto musical sino el de las presentaciones, combinado con muñecas, productos como ropa y zapatos, dulces y toda la parafernalia que surgió alrededor de ella o "Las divinas". Sin embargo algo pasó con Esperanza del corazón, dirigido a un público un poco más mayorcito que al target de su anterior producción, que me hace pensar en la inminente renovación de este género ante fenómenos como Glee que son entendidos desde otro lugar. La diferencia sustancial en cuanto a la música de los proyectos mexicanos y el programa estadounidense es que no se trata de montar canciones antes exitosas; el acierto de De Llano y de las telenovelas musicales radica justamente en que se trata de algo original hecho exclusivamente para dar vida a las historias que cuentan, sin embargo los recursos de producción, los montajes y todo lo que en nuestros melodramas siguen pareciendo como programas de 1990, en la contraparte estadounidense se nota un avance considerable en cuanto a bailes, iluminación y sobre todo, coherencia con cada una de las situaciones de su trama... algo más dinámico para la audiencia de este siglo. Esto lo digo por Luis de Llano (que gusta de recordar sus glorias pasadas, como se ejemplifica en el siguiente video), pero también por aquellos atrevidos que pretendan incursionar en este género.
Como verán, queridos Ratones, soy "un poco" fan de este género; lo fui de Eduardo Capetillo hasta antes de su aparición en la Academia, y hasta puedo constatar que oí cantar a la Gaviota mucho antes de ser LA Gaviota. Ojalá este subgénero telenovelero pueda modificarse, aprender de lo que ocurre en otros lugares del mundo y, con tal experiencia, se reinvente, para ofrecer al público seguidor una oportunidad de vernos representados no sólo en personajes sino en canciones con ficciones creíbles más apegadas a nuestra realidad. Y no dudo que sería un éxito, porque se trata del mismo auditorio que tuvo que mudarse a ver los concursos de cantantes, soñando o aspirando con alcanzar a sus estrellas en la vida real.
PD. ¿Qué habrá sentido Ricky Martín de aparecer en Glee, habiendo hecho algo similar como un muñeco de papel? Tal vez el mundo nunca lo sabrá...
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