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Viajar por el tiempo es una de las fantasías más acariciadas por el ser humano manifestada a lo largo de la Historia. Muchos han sido los estudiosos, los filósofos, los científicos que han tratado de adelantar o atrasar acontecimientos con el afán de modificar, de saber, de hacer lo que el hombre jamás ha hecho nunca. Claro, el hombre normal, el común y corriente.

Gracias a la magia del cine y la televisión el público ha podido recorrer siglos en un sólo parpadeo, llegar a un lado, llegar a otro, compartiendo con el protagonista sus viajes en un coche, un teletransportador, un Popotitos o alguna otra sofisticada máquina del tiempo. Entonces aparecen términos extraños, palabras como saltos cuánticos y esas cosas, y lo único que alcanzamos a enteder es que quien viaja casi siempre logra su objetivo y regresa a su momento presente sano y salvo.
A finales de la década de los 80 salió al aire Viajeros en el Tiempo, una serie que yo recuerdo en plenos 90 (transmitida en el canal 5), donde un científico llamado Sam Beckett va de una época a otra "entrando" en el cuerpo de alguna persona que poco tiempo después del punto exacto al que llega morirá, o sufrirá un accidente, o hará algo terrible que marcará su vida para siempre. La misión de este hombre, preso en su propio experimento, era evitar que pasara algo malo y así iba de un lado a otro, viajando a través de una computadora llamada "Ziggy" en la guía de sus compañeros Al y Gooshie.

Por alguna extraña razón yo adoraba esta serie de ciencia ficción, esperando que iniciara y que Sam se reflejara en un espejo para saber si ese capítulo sería hombre, mujer, de otra raza, etc, y del capítulo que más me acuerdo es cuando llega a los 60 en el cuerpo de un chico con síndrome de Dawn.

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